viernes, febrero 26, 2010

#76 - 1 Mi buen nombre


Siempre hubo clases y por fortuna o, cómo él decía, por méritos propios, la suya era la más alta. No todo el mundo puede estar en el centro del huracán, vivir bajo la mirada del mundo, el acoso constante de la prensa y, a pesar de todo, sonreír mientras sus negocios se encumbran a pesar de la crisis o quizá gracias a ella. Hoy era el día en que la última, la más brillante, la mayor operación del año se iba a hacer pública al mundo, todos los medios presentes, invitados selectos. A pesar de ello, estaba tranquilo. A nadie le pone nervioso lo que es suyo por derecho.

Llegó a la sede silbando. Abajo estaba ya la unidad móvil que retransmitiría el evento en directo. La planta baja estaba tomada por los decoradores y la gente de la empresa de catering. Había sido útil comprar el edificio. El salón era lo suficientemente amplio para grandes reuniones y para más de mil invitados.

La última planta era suya. Acristalada, con vistas imponentes a la ciudad. Ascensor privado desde el hall principal. Línea directa a la cumbre del mundo. Encontró el traje nuevo sobre el sofá. Le echó un vistazo rápido, dio un visto bueno mental y se dirigió a la ducha. Se duchó rápidamente, se secó tranquilamente, se afeitó con más cuidado y se paseó desnudo de vuelta a por su ropa.

- No te molestes, no te va a hacer falta.

Se giró hacia la voz. Era una mujer, obviamente. Era preciosa, por supuesto. Hacía años que no se rodeaba de ninguna mujer fea. Dejó que sus ojos recorrieran los mechones de su pelo hasta caer en sus labios, que bajaran por su cuello hasta su escote y, desde ahí, buscaran su ombligo, para deslizarse hasta el suelo por sus piernas.

- Si me has dado el visto bueno, quizás deberías fijarte un poco en mis manos.

Iba armada. Se preguntó si era una stripper y algún compañero tenía gustos macabros.

- ¿Pero tú sabes usar eso, criatura? – dijo, empezando a vestirse.

- Sí – dijo, sencillamente. Sonrió. – Por eso la tengo. No me extraña que la gente piense que eres el hombre más estúpido y arrogante sobre la faz de la tierra.

Al menos tuvo la dignidad de sonrojarse.

- ¿Qué quieres? ¿Dinero? La caja fuerte está ahí. Si esto es un intento de secuestro es un fracaso desde ya. ¿Cómo piensas sacarme del edificio? La planta baja está llena de gente que me conoce, que sabe quién soy y que no te dejará marcharte.

- Estúpido. Cuanto más hablas más estúpido me pareces. Asumes que vengo a secuestrarte e intentar sacarte a través de un edificio lleno de gente cuando pudiera estar aquí simplemente para matarte.

Alzó el arma y apuntó. Sus ojos se llenaron de miedo cuando la vio apretar el gatillo. La sensación de que era demasiado tarde, de que hiciera lo que hiciera, ya estaba hecho y no podía solucionarlo. Una quemazón intensa le rodeó el cuello, impidiéndole respirar, hasta caer inconsciente al suelo.

- Buenas noches, querido.

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