martes, febrero 02, 2010

#67


Estoy obsesionada con que me folles. No me basta un polvo ni quince en una noche. Necesito que me folles violentamente, hasta pedirte que por favor pares, que no lo soporto más. Necesito que entonces continúes, que me digas que soy estúpida, que para esto vine, esto era lo que quería.


Y yo asiento y te pido perdón porque tienes razón. Me amordazas y me atas porque no quieres oírme ni que te toque las narices. Para cuando te corres estoy llorando. Me abofeteas. Esto te lo pedí yo, así que debo convencerte de que me gusta. Me dices que te pida que me azotes y que lo haga convenciéndote de que es lo que más deseo. Va a pasar igual, pero si no lo hago bien, dolerá mucho, mucho más.

1 observaciones suspicaces:

N. dijo...

El dolor funciona como cemento. Une nuestros cachos y nos une al que nos duele.