lunes, mayo 08, 2006

Fantasia #9 El Desconocido

Da morbo pensar en un desconocido, alguien de quien no sabes ni su nombre, que te folle. Con las nuevas tecnologías, lo de follarse un desconcido llega a un escalafón superior. No tienes por qué limitarte a alguien que veas en un bar, cuyo nombre ignores, puedes acostarte con alguien a quien ni siquiera has visto.

Te metes en un chat: irc-hispano, un clásico. Canales para elegir: #sexo, #tuciudad, lo que te apetezca. #Sexo-sumisas, #bisexuales, no sé, cualquier cosa. Hablas, 15 segundos, y apuestas. Apuestas por cuánto te ama Dios y quedas. Puede tocarte cualquier cosa, y sea lo que sea, si después puedes contarlo, toca dar las gracias.

Lo hice una vez. Lo intenté varias antes de esa, pero por aquél entonces no quería dar mi teléfono fijo y no tenía móvil. Tenía 19 años, estaba sola y necesitaba un polvo. Otras noches similares lo había intentado, pero la falta de forma de corroborar que era real me dejaron masturbándome en casa y pensando que los hombres son todos idiotas.

Esa noche me metí en el chat de chueca.com, buscando tal vez a una mujer que poner en mi vida, como una bonita porcelana china. Empecé a charlar con un chico. Era majo. Dejé de lado el resto de conversaciones. A eso de medianoche nos dijimos que por qué no seguir la charla cara a cara. A él sólo le costaba un viaje en coche y yo prometía cervezas. Como mucho sólo pedía gasolina.

Fui con mis pintas de niña impresentable. Una falda naranja. Sandalias. Alguna camiseta de esas de cuello cortado que me pongo para ir por casa. Le esperé en el semáforo donde habíamos quedado, fumando, con un libro. Hacía una noche cálida con algo de brisa. Vino. No estaba mal, tenía una sonrisa sincera. No era feo, no tenía mal cuerpo. Parecía que dDios me sonreía, pero sólo habíamos quedado para seguir la charla.

Compramos cerveza y nos subimos a casa a bebérnosla mientras hablábamos de política, de filosofía, de arreglar el mundo. Resultó ser prácticamente un activista político, me sentía como cuando te acosan los de Greanpeace en la calle. Perdió la gracia romántica al cabo de unas horas de panfletismo y se me ocurrió que la mejor forma de callarle era meter mi lengua en su boca.

Funcionó.

Tenía los abdominales marcados bajo la camiseta y la piel morena. Su polla era delgada y larga. No recuerdo cómo empezamos, supongo que se la empecé a chupar en el sofá, él me lamió los pezones, le llevé a la cama, borracha y medio desnuda mientras él me seguía con los pantalones por los tobillos, quitándose las zapatillas.

Qué bonito es ser joven estar borracho. Entonces era tan bohemia que ni me depilaba ni me importaba lo que pudieran pensar por ello.

Me follaba el culo. Me la metió sin avisar, estando a cuatro patas. Se tumbó encima mío y me follaba con rabia, como desahogándose de lo injusto que era el mundo. Me lo folló hasta que fue a correrse y se corrió en mi boca. Le comí la polla hasta que volvió a ponérsele dura. Volvió a follarme el culo. Una y otra vez. Corriéndose en mi boca. Cogiéndome del pelo, besándome los hombros. Me giraba y le mordía. Me daba un azote y me follaba más fuerte. Se tumbaba encima mío cogiéndome de la cabeza.

Se nos hizo de día. Dormimos un rato.

Me volvió a llamar, varias veces. No quise volver a verle. Al menos una vez al año me entra la tentación morbosa, pero por ahora la resisto. Hace unos 4 de esa noche. Le recuerdo, más que con morbo, con cariño.

1 observaciones suspicaces:

N. dijo...

Joder.