viernes, abril 15, 2011

#81 - También

Que me guste o no que me aten depende del quién, del cómo y del cuándo. Es una tendencia muy masculina, muy visual, querer atar en cruz. Dura poco, pronto se dan cuenta de lo poco útil que es, de la falta de repertorio que ofrece. Sota, caballo y rey. Como la cocina de diseño: concepto interesante, pero te quedas con hambre. Pocas variables.


Quería alguien que no conociera y eliminar más variables. Cuántas más hay, mayor probabilidad de desastre. Decidimos eliminar el hablarnos en búsqueda de una fórmula malvada, traviesa y algo bruta. Quizá no hablar sea algo cómodo y sea un error. Dejarse llevar un tanto por el instinto de ser la Tuerta un rato.

Buscamos un no-lugar donde no ser personas en silencio. Lo mejor de los no-lugares es que nunca hacen preguntas y siempre he odiado escuchar mentiras. Se le ocurre darme un beso por no decir algo, pero no lo hace. Enciendo un cigarro para ocuparme la boca y pienso en poner música. Miro el móvil de refilón y repaso mentalmente la música que lleva. No encaja. Me apetece Dead can Dance. Me da un tirón Ben Harper, no sé bien por qué. Este sitio es un antro, como una pesadilla sobre una nochevieja fallida.

Se coloca tras mío, desabrochándome la ropa. El silencio me aleja y me quedo mirando en el espejo cómo me desnuda. Me resisto a tirar el cigarro, sería como admitir que algo está pasando y yo soy la del espejo que mira cómo lo único que le queda por quitarme son el tanga y los tacones. Me preocupa más no saber dónde tirar la ceniza que el paradero del sujetador. No debería haberme dejado los tacones, me molesta sentirme más alta. Me gusta su respiración en la nuca. Creo que me gustan sus manos. Vuelvo a ser el reflejo cuando veo que nos miramos en él. Él tampoco está aquí, sino al otro lado del espejo. ¿Se puede follar siendo una no-persona en un no-lugar? ¿Eres realmente voyeur cuando es a ti mismo al que observas? Cuéntamelo. Temo que algo me toque demasiado si dejo de ser mi reflejo y estoy realmente aquí. Se me hacen más verdes los ojos cuando coge cuerda de algún espacio recóndito y me ata las manos a la espalda. Es incómodo y quiero empezar algún tipo de charla trascendente. Reírme de lo absurdo de la situación. Nada útil, sólo por hacer ruido.

Interrumpe mi conversación imaginaria tirando de la cuerda hacia abajo. Me quedo de rodillas en el suelo. Se baja la bragueta. Me lo imagino. Esto sé por dónde va, me han contado la historia antes. La tiene dura y me la acerco a la boca. Es, realmente, decepcionante la carencia imaginativa. Se me ocurre gritar alguna absurdez hasta que acabemos los dos en comisaría. Por el camino se me puede ocurrir algo que justifique la situación. Se acerca a mi boca. ¿Y si muerdo? Se retira y cierra la bragueta otra vez. Quizá me lea la mente.

Tira de la cuerda y me lleva hasta la mesa. ¿Y si no puede conmigo? Acabaríamos en comisaría de nuevo. Quizá sea buena idea y ésta haya sido la mala. ¿Quién es el señor de esta polla de todas formas?

Con las manos atadas, juntas, sobre la cabeza y a las patas de la mesa, la cabeza me cuelga un tanto. Me deja sin tanga, lo sigo viendo en el espejo. Lo mejor es que no cortan para los anuncios. Pasa los dedos por mi ombligo. Juega con el piercing y tira un momento de él. Recorre el espacio entre él y mis pezones. Escupe en uno de ellos. Lo lame. Lo muerde. Me río. Esto me interesa. Los mordiscos nos interesan, sí.

Se aleja apenas dos pasos para observar y me quiero reír otra vez. Abre la botella y bebe. Se acerca para dejar caer unas gotas entre mis piernas. Me relamo indicándole con un gesto la botella. Comparte, querido. "¿Quieres?", me pregunta y por fin oigo su voz. Le asiento. Fue un error. Me llena la boca de whisky y tapa la nariz. Me atraganto. Le da igual, lo repite dos veces más. Fue una mala idea. Me ofrece el cigarro, pero casi mejor no jugamos más. No aceptes regalos de desconocidos. Sabio, y yo tan idiota.

Se quita los pantalones. Se quita lo demás. Me gusta cómo se mueve. Acerca su polla a mi cara y la arrastra por mis labios. La muerdo. Me da un bofetón. Se aleja. Ahora sí que me río. Escuece, pero me río.

Quizá ahora se le ha ocurrido a él lo de comisaría y me mete las bragas en la boca. Algo harían. al menos no es idiota y eso es un consuelo.






4 observaciones suspicaces:

Mantis expiadora de los locos dijo...

¿Te he dicho ya lo mucho que me encantas?

La Sin Nombre dijo...

Uy, que me sonrojo. Gracias...

Me encanta tu foto.

El Anacoreta dijo...

Después de tanto tiempo sin leerte, ¿por qué todas las entradas me parecen demasiado cortas?

N. dijo...

No te preocupes, Anacoreta. Me pasa a mí lo mismo.