Recorro tu casa desnuda, a cuatro patas. No quiero salir ya de aquí, sólo quiero pasar las horas esperándote, hasta que vuelvas. Cada vez que te vas quiero llorar y gritar, pero intento no hacerlo. Ya se quejaron antes los vecinos y te enfadaste conmigo por ello. Me gritaste por no saber comportarme y entonces me entraron ganas de llorar de nuevo. Me tumbaste sobre tus rodillas y me diste un par de azotes. Supongo que me perdonaste cuando te corriste en mi boca. El día que no lo haces no puedo evitar pensar que hay otra.
Te espero en silencio, pero me consume que no estés. Pienso de nuevo que hay otra y rompo cosas, las tiro al suelo, las rasgo, las muerdo. No puedo preguntarte si hay otra, no me importa, no puedo decir una sola palabra cuando estás conmigo, porque cuando estás no hay nada más que tú. Me quedo sin palabras y lo único que quiero es que no te vayas. Quiero pasar mi lengua por tu cuerpo y besarte sin parar, masturbarme, que me folles, retenerte y que no me dejes.
Pasas muchas horas delante del ordenador. No quiero levantar la vista y leer lo que propones en los chats a otras. Lo que sé es que soy tu perra y estoy aquí, ahora, contigo. Alguna vez has encendido la cam y me has pedido que haga cosas. Me da igual lo que me pidas, lo que quiero es estar contigo. Cuando no me pides nada me siento a tu lado y apoyo la cabeza en tus rodillas, te lamo los pies para que me mires. Te miro como una idiota.
Un día te cansaste de que deambulara por casa rompiendo tus cosas. Me habías advertido que lo harías, pero no podía evitar seguir haciéndolo. Te marchaste y me dejaste atada a la cama. Volviste con otra.
- ¿Por qué está atada?
- Porque es mi perra.
Te acostaste con ella mientras yo miraba. Quería matarla y sacarle los ojos. Quería que me follaras a mí y no a ella. Que no volvieras a verla nunca más. Que no te comiera la polla ni la mitad de bien. Que tus orgamos no supieron ni a una décima parte de la gloria que tenías conmigo.