lunes, octubre 12, 2009

Mi hijo


Maté a mi hijo un viernes. Era martes cuando me hice la prueba de embarazo. No sé por qué pensé que estaba embarazada, quizá fueron las mañanas despertándome con náuseas o la talla extra de sujetador. Creo que fue eso. Incluso así, cuando salí del baño con el test de embrazo en la mano, no me traspasó la idea. Mi chico se puso a temblar. Al test le faltaba la rayita de comprobación y me aferré a una botella de agua mientras él cogía las llaves del coche y se marchaba a buscar la farmacia más cercana, a cuatro pueblos y un atasco de distancia. Yo fumaba y miraba el test con recelo. Cinco segundos de orina con el test vertical, luego manténgalo horizontal. Espere. Una línea vertical azul no es nada, una cruz azul es que sí.

La cruz de mi test era casi fosforescente, sin sutilidad alguna para dar cabida a las dudas. Azul. Azul oscuro.

El segundo test también dio positivo y me preguntaba por qué no nos besábamos y abrazábamos, felices. Me sentía... creo que no me sentía. Él estaba al borde del paro cardíaco. No teníamos casa, no teníamos trabajo, ni siquiera vivíamos en el mismo país. No había futuro, nos faltaba demasiado por construir. Decidimos no tenerlo. Discutimos. No podía ser una decisión así. Podíamos arreglar las cosas mientras lo teníamos, mudarme, vivir con sus padres, recuperar la empresa. Merecía la pena intentarlo. Era arriesgado y si las cosas no salían bien, el niño estaría ahí y nosotros no tendríamos nada que darle.

Mi cabeza empezó a vincular las sensaciones extrañas de las últimas semanas y de pronto me sentí embarazada. Sentí que eso era mi hijo y que estaba decidiendo que no iba a nacer. No podía ser tan sencillo, tan impune. Creo que por eso elegí anestesia local y nunca tomé ningún analgésico. Quería sufrirlo con todas las consecuencias. Si dolía, que doliese. Sentirlo para bien o para mal. No era un juego, una nada. Era mi hijo, el que nunca tendría nombre porque no teníamos un futuro que darle. El que nunca sería ni tendría nada porque fuimos cobardes.

Hablamos, lloramos y nos gritamos. Si no puedo tener a mi hijo, quiero que merezca la pena. Haz todo cuanto esté en tu mano para que tengamos una vida en la que pudiéramos tenerle y si no lo haces, te maldeciré cada día de tu vida. 

Volví a mi país al día siguiente, sintiéndome pesada y obsesionada con mis pechos.

Se lo conté a mi hermano. Me dio la enhorabuena y me dijo lo feliz que le hacía ser tío y se calló cuando le dije que había decidido no tenerlo. No tenemos sitio en el mundo para nuestro hijo. Era tran triste acariciarse la barriga y saber que a finales de abril estaría eligiendo nombre. Tendría a mi niño, que estaba ahí, en mis brazos, con tan solo hacer nada, sin más esfuerzo que esperar. Estaba embrazada de 6 semanas y 3 días cuando pedí cita. Me la dieron para el día siguiente y pasé la noche despidiéndole, pidiéndole perdón. Yo le quería pero no podía y necesitaba pedirle perdón. Sola en mi cama. Quería un abrazo y quería a mi niño, pero no tuve ni lo uno ni lo otro. Al final me dormí, sintiéndome terriblemente sola.

Fui a las 12 y a las 2:30 estaba fuera. Anestesia local. Un psicólogo que ni me miró a la cara. Tests, análisis de todo tipo. Un pinchazo que me puso pesado el corazón. Y no quería llorar. Te jodes pero lo afrontas. Me da igual lo que digan, es cierto que es un proceso rápido, pero no es cierto que no duela, ni tan siquiera es cierto que sea un dolor perfectamente soportable. Primero notas una aguja, la anestesia, clavándose como en un pequeño agujero dentro de ti, al fondo, y son dos, derecha e izquierda. El legrado en sí dura un par de minutos. La sensación es la de tener un aspirador con cuchillas revolviéndose dentro de ti, algo que quizá se aproxime mucho a la realidad, y duele. Pero no debes moverte, no contengas la respiración, no cierres los ojos, no tenses el estómago, no muevas las manos y quieres que paren pero no puedes ni hablar. La enfermera dice que queda un minuto y no lo soporto. Me absorbe las tripas, me desgarra por dentro y no sé si mi hijo sigue ahí, si sufrió, si puede sentir dolor. Vomité al acabar.

No podía moverme ni levantarme, sangraba e intentaba sonreír por no echarme a llorar y vomité más bilis verde. Me apoyé en la enfermera, haciendo un chiste malo de que la vida se veía con más dignidad con bragas. Me las tuvo que poner ella. Me senté en una silla, todavía con arcadas, mareada, sin sentirme. Al rato me vestí. Le envié un mensaje diciéndole que ya estaba hecho, que estaba bien, que le quería. Era como un sueño exrtaño. Ese día no fue malo. Hice algo de comer y me quedé en el sofá sin moverme. Vacía. Mi cuerpo aún quería comida a todas horas, los pechos hinchados y el dolor y la sangre. Me dolía levantarme. Caminar recta. Moverme. Cualquier cosa con el abdomen dolía. Prueba a moverte sin tensarlo lo más mínimo, no se puede hacer nada. Dormí en el sofá porque no pude levantarme.

Pasó el tiempo y hace ya mes y medio. Quiero a mi niño, y ya nada me lo puede devolver. Odio a mi pareja por todo ello, y creo que nada me va a devolver el amor que sentía hacia él. Y así paso el rato, entre los remordimientos, los anhelos y una gran nada.

domingo, octubre 04, 2009

Viernes pasado

- Me das un morbo que te mueres, - me dijo, mientras volvía, borracha, a mi habitación de hotel cuando ya había amanecido. Llevaba horas riéndome y me reí un poco más. 

- Y tú a mí, pero ven y me lo cuentas dentro.

Decidimos, o algo de conciencia nos quedó en algún resquicio de nuestras sucias mentes, no follar. Ambos tenemos pareja, ambos amamos a nuestra pareja, esto no debe pasar. Sólo, solamente, queremos no dormir solos en este lugar apartado, dejado de la mano de dios, donde no tenemos a nadie y todos fingimos ser tan felices. Nos revolvimos con ropa alrededor de la cama, mordiéndonos y sintiendo algo humano cerca, tan cerca, que no hacía falta imaginarlo.

Me abracé a él como si fuera alguien que me importara y por un momento pensé que era mi chico, quien también se marchó de forma furtiva en nuestra primera noche. Se fue al cabo de unas horas, antes de que nadie más se despertarse.